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@Javpolo

Un blog muy personal

Por ciudadanía

En unos días volveremos a renovar todos los ayuntamientos de España y los gobiernos de doce Comunidades Autónomas y ya hemos empezado a ver cómo se fomenta la participación en las urnas o cómo los partidos empiezan a transmitir sus mensajes sobre lo “trascendentales” de estas elecciones, mensajes que se han convertido en retóricos de tan manoseados. Todas las convocatorias electorales son trascendentales desde el momento en el que deciden quienes legislarán o gobernarán los siguientes cuatros años. 

Siempre me he considerado socialdemócrata y, por ello, me he sentido próximo al partido socialista, al ser este el partido que más coincidía –y sigue haciéndolo- con mis principios personales y mi forma de pensar. Durante nueve años llevé esta afinidad un paso más allá y milité en esta organización. Abandoné esa militancia al comprender que tengo un espíritu demasiado libre como para ajustarme al corsé que inevitablemente imponen las disciplinas partidistas. Aun así, sigo interesado en la política, lo que me lleva a estar preocupado por las derivas que están tomando algunos partidos y las veleidades que se permiten algunos políticos.

En Euskadi es complicado configurar listas electorales para los partidos de ámbito nacional; fuera de los grandes municipios, la representación política predominante es nacionalista. No obstante, creo que sigue siendo fundamental que los partidos de ámbito estatal presenten listas electorales en todas las circunscripciones, por difícil que esto sea. La pluralidad política es pilar esencial de cualquier democracia y creo que es muy sano, aunque sólo sea por el simbolismo que tiene, que existan listas electorales del PSOE o del PP en todos los municipios de esta Comunidad.   

Hace algunas semanas, amigos vizcaínos que conocen bien mi forma de pensar, me ofrecieron participar completando listas electorales del psoe, en concreto en el municipio de Bermeo, una localidad donde el partido socialista no tiene ninguna posibilidad de sacar ni tan siquiera un concejal. Acepté en el acto y los que conocieron de primeras esta decisión siguen preguntándome qué hago en una candidatura a 900 kilómetros de mi casa; una lista que por no tener asegurado no tiene ni mi voto, ya que yo estoy empadronado en Sevilla.

Mi decisión tiene que ver con mi razonamiento anterior, con mi compromiso ciudadano y con poco más. Llamadme raro, pero he considerado que aceptar el ofrecimiento de ir en una lista sin opciones es trabajar en la consolidación de la democracia y ejercer una ciudadanía responsable. Que hacerlo en un municipio de mi país, independientemente de la distancia que medie, es llevar a la práctica mi compromiso con mi tierra, más allá de retóricas vacías y de comodidades intelectuales. Que es una forma de apostar por la unidad de un país que me enorgullece y en el que se encuentran mis afectos.

No todo el mundo compartirá mi forma de pensar, y  puede que un buen número de ellos estén en Euskadi, pero no tengo ningún problema en decir que siempre me sentí acogido en esa tierra, que tengo buenos amigos en ella y que cada vez que me ofrezcan colaborar no sólo no dudaré sino que me sentiré honrado.

Opiniones compartidas en: La Mar de Onuba

Visita a la tumba de Antonio Machado

Murió el poeta lejos del hogar

Le cubre el polvo de un país vecino

Al alejarse le vieron llorar

«caminante no hay camino

Se hace camino al andar»

Golpe a golpe, verso a verso

Se alquila

La sede del grupo municipal de ciudadanos en Chipiona (Cádiz) luce un cartel de “Se alquila” junto a otro donde se puede leer “Disponible”. Como soy de naturaleza bien pensada entiendo que lo que se alquila es el local y no el grupo municipal, pero menuda alegoría a menos de dos meses de las próximas elecciones.

Es obvio que los dos concejales que le quedan a este partido en esta entrañable localidad  (el tercero abandonó el grupo tras las elecciones) faltaron a las charlas de comunicación política, porque dejar el local y no llevarse -o tapar- los letreros antes de que la inmobiliaria cuelgue los suyos es darle combustible a influencers y opositores para todo tipo de chanzas y de memes.

Aunque hay otra lectura posible más preocupante, que les dé exactamente igual. Que sean plenamente conscientes de que están en un barco con fecha de hundimiento fijada y para qué perder una hora de su tiempo en tapar o desmontar rótulos. Total, para lo que les queda en el convento…

Al final, esta estampa no deja de ser una metáfora de lo que todas las encuestas auguran: la debacle de ciudadanos, conseguida, que todo hay que decirlo, por una sucesión de deméritos propios. Los más espabilados hace rato que se acomodaron en las listas del PP, otros están buscando huecos políticos o privados allá donde los pueda haber y los “últimos de Filipinas” esperan la llegada de un milagro que difícilmente llegará; a estos últimos les tocará apagar la luz al salir.   

Como ya digo que soy bien pensado, y honestamente pienso que es mejor para todos que haya diversidad política, espero que estos infatigables consigan salvar algunos muebles y obtengan un resultado digno. Mientras tanto, podríais ir quitando vuestros logotipos de los locales en alquiler, aunque sólo sea por estética. 

Opiniones compartidas en: La mar de Onuba y en Irispress

Premios Fugaz 2023

Ha sido toda una experiencia participar en los Equipos de Visionados para seleccionar la short list de los cincuenta cortometrajes finalistas de los Premios Fugaz 2023. Ahora esta short list pasará a ser valorada por la Comisión CortoEspaña, formada por más de mil profesionales del sector y de la que también formo parte, que decidirá los galardones.

Como anécdota, contar que me he encontrado con que uno de los trabajos seleccionados lo dirige otro “Javier Polo” que no soy yo. Compartimos nombre, primer apellido y ambos hacemos cine (él bastante mejor que yo); hasta ahí las casualidades.

La gala de entrega de premios será el domingo 7 de mayo en la madrileña localidad de Pinto, como colofón de los actos de celebración por el XX aniversario del Teatro Francisco Rabal del municipio.

Una librería cierra, una amiga del alma se va

Los lectores empedernidos tenemos nuestras librerías preferidas. Yo procuro huir de las más grandes, de las cadenas y, por supuesto, de las plataformas online; prefiero refugiarme en esas más pequeñas donde nadie te agobia, el librero te conoce por tu nombre y, como ya se sabe tus gustos, te recomienda libros. Tengo al menos una librería de “cabecera” en cada una de las ciudades por dónde más me muevo: Sevilla, Málaga, Lisboa, Barcelona o, cómo no, Madrid.

Hoy he sabido que en esta última ciudad tendré que buscarme una nueva para asignarle ese lugar predominante en la república independiente de mi cabeza, ya que la que ostentaba hasta ahora tal dignidad ha cerrado definitivamente sus puertas. La librería Nakama de Madrid, mi amiga del alma (que eso es lo que significa Nakama en japonés), ha cerrado sus puertas.

Rafa y Miren me han ayudado a escoger libros, me han dado interesantes conversaciones, me han dado regalos curiosos por leer y si no me dieron ninguno de sus vermús poéticos fue porque los escasos domingos que estoy en Madrid suelo tener demasiados ofrecimientos de vermú. En esa librería siempre me acogieron con mucho cariño, porque también hay acogida en las librerías que se gestionan desde el corazón y desde la empatía. 

No les ha sido fácil; después de sobrevivir a una pandemia, los ha matado una “inundación catastrófica” (así nos lo hicieron saber) que primero los ha mantenido cerrados durante tres meses. Finalmente hoy han anunciado que no volverán a abrir las puertas de su local. Al final, la poesía no es ajena a los accidentes y la salud intelectual no te prepara para lidiar con caseros, peritos, contratistas…

Su suerte es que serán libreros toda su vida, lo han sido gracias a Nakama y lo seguirán siendo hasta que mueran, aunque nunca vuelvan a sentarse detrás del mostrador de una librería. Mi suerte es que no faltaran libreros que ocupen su lugar. En un mundo donde todos hemos sucumbido a la transformación digital, el libro se ha convertido en la aldea gala que ha resistido los embates de las pantallas.

Que existan personas así, dispuestas a emprender desde el cariño, desde el afecto, es lo único que nos llena de esperanza. Gracias “amiga del alma” por haber compartido tu riqueza poética siete años y dos meses con todos nosotros.   

Opiniones compartidas en: Irispress y La Mar de Onuba

Sigues aquí

En los días en los que se cumplen 25 años de tu partida, vuelvo a pasear por los lugares de la infancia, esos que recorría de tu mano en los primeros compases de mi vida y a los que te acompañé en los últimos de tu transitar.

Hoy, un cuarto de siglo después, abandonada la tristeza -aunque con lágrimas aún por verter- sigo sintiendo tu presencia en todos y cada uno de esos rincones. Sigues junto a mí. En mi quehacer cotidiano, en estos lugares compartidos, en mis pensamientos… Reconozco tu impronta en muchos de mis gestos, de mis acciones, de mis tesituras. Cuántas veces decidí los caminos a recorrer tras deducir cuál de ellos hubieses escogido tú.

Creo que nadie se va realmente mientras permanezca en el pensamiento de una sola persona y, por ello, sé que sigues ahí, velando mis sueños, celebrando todo lo que en la vida hago bien y recriminando aquello en lo que no estoy acertado.       

Por todo ello es por lo que no quiero sentirme triste en este aniversario de aquel no amanecer de la navidad del 97. Quiero celebrar que sigues ahí guiando mi camino, decantando mis decisiones y celebrando el bienestar de todos los tuyos. Mi objetivo vital es poder, cuando llegue mi último viaje, dejar un recuerdo entre los que se quedan aquí similar al que tú has dejado en mí. Gracias por tanto, mamá.   

Entre amigos

A veces voy a la tele y el pasado lunes participé en el programa «Entre Amigos» de 7NN Sevilla y debo confesar que lograron que me sintiera como en casa. Muy buena experiencia.

Las empresas deben tener un dividendo social

Hace unos días participé en el 6º Congreso de APD, donde pude aportar mi pequeño grano de arena.

https://lnkd.in/dfEXzeaN

Cocina de hogar

El paso de las estaciones en casa se notaba por el olor de la cocina. 

Si la casa se envolvía con olor a potajes, guisos o lentejas a medio día y por la tarde se olía ese peculiar aroma de las castañas asadas, definitivamente había llegado el otoño. A este le seguiría un breve invierno con más guisos y pucheros y del que despertaríamos con el olor a pestiños y torrijas, al final de una cuaresma con mucho bacalao y muy poca carne, ninguna los viernes. 

El verano por el contrario era de olores más livianos, de alimentos ligeros y frescos. Nunca faltaba en casa un lebrillo con gazpacho recién hecho y una generosa sandía comprada en esos puestos callejeros que, hace rato ya, se perdieron. A veces a mi madre le daba por asar sardinas y ese día era mejor darse una vuelta por la casa de los vecinos mientras se ventilaba la propia. 

Capítulo aparte merece en verano la comida de los días de playa. En una España poco motorizada, las excursiones a la playa eran los domingos, en un autobús repleto de familias que entre sus bultos llevaban los tapers con filetes empanados y tortillas de patatas hechas la noche antes y que serían -junto a una indeterminada, aunque abundante, cantidad de arena- el almuerzo del día. Esa ingesta nos dejaría dos horas de reposo obligado bajo las sombrillas: “niño: ni se te ocurra meterte en el agua antes de hacer la digestión”.   

Picadillos, ensaladas, huevos fritos, salmorejos, pollo, algo de carne constituían la dieta de la primavera y del verano, que era el periodo más largo en una ciudad que no conoce los inviernos largos y que la nieve se recuerda como un hecho histórico que algunos ni alcanzamos a vivir. En las cortas noches del verano reinaban las freidurías de pescado y los caracoles. El ritual del cartucho de pescado recién frito, donde abundaban los “pedacitos” o el adobo y escaseaban los calamares o las gambas fritas, era un clásico. También –cómo no- los caracoles, que preparaban en casa en grandes ollas para que hubiesen de sobra durante un par de días. 

Las meriendas eran lo más. Si había fiambre, bocadillo de salchichón o de mortadela, si no, el mismo bollo pero regado con aceite y azúcar. ¿Que la tarde era especial y había chocolate? Pues unas onzas dentro del pan y a presumir. 

El jamón o las gambas eran algo de las navidades y fiestas especiales. La bollería industrial no se conocía. Comer fuera de casa ¿para qué? si no era, lógicamente, en casa de familiares o vecinos. “Mi ensaladilla no tiene nada que envidiarle a la de ningún bar” presumía una madre que tenía toda la razón del mundo, aunque eso sólo lo supe cuando ya no podía comparar las calidades. 

¿Por qué cuento todo esto? Supongo que por varias razones, la primera es porque me han pedido colaboración para un libro en el que no podría aportar ninguna receta porque entre las virtudes que heredé de mis padres no está la de saber cocinar. O tal vez sea porque no tengo ninguna autoridad como restaurador, aunque creo que tengo bastantes como gastrónomo. Aunque principalmente creo que si me he puesto a escribir esto es porque refleja una época que no volverá y en la que fui tremendamente feliz.  

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